Monestir de Sant Quirze de Colera Rabós
Alejado del bullicio y escondido entre los paisajes de la Albera, se alza el monasterio benedictino de Sant Quirze de Colera, uno de los testimonios más impresionantes de la arquitectura románica catalana y, al mismo tiempo, uno de los más enigmáticos. Visitarlo es emprender un viaje a los orígenes de la vida monástica en Cataluña, en un entorno natural que invita al recogimiento, la contemplación y la admiración por el paso del tiempo.
Sant Quirze de Colera no es un monumento que destaque por su exuberancia. Al contrario, es un espacio de silencio y piedra, de solidez y sencillez, que conserva intacta la esencia de lo que fue: un lugar de fe, trabajo, cultura y organización territorial. Por eso, al cruzar su portalada, uno siente que entra en otro tiempo: un tiempo pausado, antiguo y profundo.
Un origen antiguo y rodeado de leyenda
Los orígenes del monasterio son antiguos y envueltos en cierta niebla documental. Se habla de una fundación hacia el año 785 por parte de los hermanos Libuci y Assinari, dirigentes de una comunidad familiar que, según fuentes posteriores (y parcialmente dudosas), habrían obtenido el permiso del emperador Carlomagno para erigir un monasterio en aquel lugar apartado.
Aunque el documento que lo relata se considera en parte apócrifo, las excavaciones arqueológicas han confirmado la existencia de sepulturas y estructuras de aquella época, lo que demuestra que Sant Quirze de Colera es, al menos, uno de los cenobios más antiguos de Cataluña.
A partir del siglo IX, el monasterio empieza a documentarse con más claridad. En el año 844, su abad solicita al rey Ludovico Pío el reconocimiento oficial del monasterio y su protección frente a las intromisiones de los condes de Empúries. A partir de entonces, y con el apoyo del conde Gausbert, Sant Quirze inicia un período de crecimiento y expansión que culmina con la consagración de su iglesia en el año 935 y, más adelante, con una nueva ceremonia presidida por el obispo de Girona en 1123.
Un monumento austero y lleno de fuerza
El conjunto monástico actual, aunque parcialmente en ruinas, conserva una fuerza expresiva admirable. El edificio principal es la iglesia monástica, de tres naves con crucero y tres ábsides. Su arquitectura es sobria, con pocas concesiones decorativas, pero de una belleza serena y poderosa, fiel al espíritu del primer románico. Las proporciones de los espacios, el juego de la luz y la robustez de los muros transmiten una espiritualidad profunda y sin artificios.
El espacio más singular del templo es, sin duda, el ábside sur, donde durante las obras de restauración de 2006 se descubrieron restos de pinturas murales románicas: una mandorla (figura mística en forma de almendra), dos ángeles y representaciones del sol y la luna. Aunque muy deterioradas, estas imágenes ofrecen un valioso testimonio del simbolismo que decoraba originalmente este templo milenario.
Más allá de la iglesia: el claustro, el palacio abacial y las fortificaciones
Del claustro románico se conservan únicamente algunos vestigios, pero son de gran importancia histórica, ya que datan del siglo X: un ejemplo muy temprano de este tipo de arquitectura en Cataluña. A su alrededor se disponían las dependencias monásticas, como el refectorio (comedor), el dormitorio comunitario y el palacio del abad.
Con el paso del tiempo, especialmente en el siglo XIV, el monasterio tuvo que fortificarse para protegerse de los conflictos bélicos, entre ellos los ataques de tropas francesas en el siglo XIII. Aún hoy se pueden ver restos de la muralla y una torre defensiva que evocan aquellos tiempos de inestabilidad.
A poca distancia del monasterio se encuentra también la iglesia parroquial de Santa Maria, construida en el siglo XII. Esta pequeña joya del románico complementa la visita y refuerza el papel central que tuvo Sant Quirze de Colera en la organización eclesiástica del territorio.
Del abandono a la recuperación
Como tantos otros monasterios medievales, Sant Quirze de Colera vivió una larga decadencia a partir del siglo XV. El claustro ya estaba en mal estado en 1441 y, en 1592, el monasterio fue oficialmente suprimido. Los últimos monjes se trasladaron a Sant Pere de Besalú, y el lugar quedó abandonado o reconvertido en una explotación agrícola.
Hasta el siglo XX, el conjunto sufrió el abandono y el olvido. En 1931 fue declarado Monumento Nacional, pero no fue hasta varias décadas después cuando comenzaron las labores serias de excavación, consolidación y restauración.
Hoy, gracias a estos esfuerzos, Sant Quirze de Colera puede visitarse en buenas condiciones y ofrece una experiencia única, tanto para los amantes de la historia como para quienes buscan una escapada en plena naturaleza, con autenticidad y significado.
¡Ven a descubrirlo!
Visitar Sant Quirze de Colera es mucho más que contemplar un edificio antiguo: es sumergirse en la memoria de un país, pisar las mismas piedras que los monjes hace más de mil años y dejarse envolver por un paisaje de belleza serena y atemporal. Un lugar donde el románico, la naturaleza y la historia se encuentran en perfecta armonía.
Horario
- Del 12 de septiembre al 12 de julio: sábados y domingos, de 11:00 a 13:00 h.
- Del 13 de julio al 31 de agosto: de lunes a domingo, de 11:00 a 13:00 h y de 16:00 a 19:00 h. Martes por la tarde y miércoles, cerrado.
- Del 1 al 11 de septiembre: de lunes a domingo, de 11:00 a 13:00 h. Martes y miércoles, cerrado.
Déjate seducir por la fuerza silenciosa de Sant Quirze y convierte esta visita en una experiencia única en el corazón de la Albera.
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