Ruta por l'Albi
A tan sólo 17 kilómetros del monasterio de Poblet, a 15 de Les Borges Blanques y a 22 de Montblanc encontramos el municipio de L'Albi, rodeado de campos de olivos y lleno de atractivos que van desde la bodega modernista del arquitecto César Martinell hasta el castillo que, desde hace cerca de mil años, preside la villa. Os proponemos una ruta por las calles de este municipio al sur de la comarca de Les Garrigues, con una íntima y tranquilísima plaza porticada como centro y, si os queda tiempo, os recomendamos que os acerquéis al Valle de la Coma, a menos de 6 kilómetros, donde os esperan desde hace milenios unas pinturas rupestres declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
¿Habéis ido esta mañana a hacer una visita a los monjes cistercienses de Poblet y ahora todavía os queda un rato hasta la hora de comer? No lo dudéis y dirigios a L'Albi, una ciudad que se puede visitar sin necesidad de dedicarle muchas horas, donde en poco tiempo encontraremos edificios y calles muy interesantes de conocer, y donde se conservan las raíces y el espíritu garriguenses, con el aceite y las aceitunas que parece que os tengan que salir a saludar en cualquier momento. O sea que si se os hace la hora de comer, seguro que en sus restaurantes podréis saborear un aceite de primera calidad. ¿Cómo se puede llegar? Tomando la autopista AP-2, tomad la salida 8 y os plantaréis en la villa en un abrir y cerrar de ojos. También se puede entrar en la villa a través de la carretera local LP 7032, que enlaza Vinaixa con la N-240 de Tarragona a Lérida. La Hispano Igualadina tiene parada en su línea de autobuses interurbanos que une Barcelona con Torregrossa, así como la compañía Vibasa que recorre el trayecto entre Lérida y La Pobla de Cérvoles. Si elegimos el transporte público, sin embargo, pensad que la frecuencia es escasa.
Los patrones
Nos va muy bien iniciar el itinerario a los pies de la ermita de los santos Cosme y Damián, porque se encuentra en un extremo de la villa -prácticamente dentro en un campo de olivos-, porque es un edificio importante para la gente de L'Albi, y porque guarda relación con lo que ya vemos allá arriba y que corona el lugar; como pueden imaginar, nos estamos refiriendo al castillo, que visitaremos más adelante. Vamos por partes.
San Cosme y San Damián, los Santos Médicos, son los patrones de L'Albi, y en honor a ellos se celebra cada año una fiesta el 26 de septiembre. Los aldeanos llevan en procesión, en la víspera, las imágenes de los dos santos que están en el interior de la ermita hasta la parroquia. Allí, el 26 se celebra un oficio solemne y, luego, los santos se trasladan de nuevo a la ermita, donde permanecen todo el año. Los vecinos agradecen de esta forma a los patrones el hecho de que el verano de 1885 ningún albinenc ni albinenca muriera a causa del cólera, que hacía estragos por todas partes. Los aldeanos dirigían una y otra vez sus súplicas en el transcurso de aquellos días: "San Cosme y San Damián, libradnos de la pestilencia".
Las imágenes de los Santos Médicos no son las únicas que podemos ver en el interior de la ermita -también en la puerta están representados. Hay unas pinturas procedentes del castillo que representan los santos Abdón y Senén, y otra de San Antonio de Padua. En cuanto al edificio, por tratarse de una ermita se puede considerar de dimensiones grandes, y destaca el porche -Sentaos un rato en el banco, a la sombra, y escuchad el silencio de los alrededores- y el campanario, con la parte inferior cuadrada y la superior octogonal. El interior de la ermita es de una sola nave, espaciosa, con cuatro capillas laterales. Sus orígenes se remontan al siglo XVI o finales del XV, pero su aspecto hoy es impecable gracias a la restauración del año 1909 y, sobre todo, gracias a la restauración que se llevó a cabo después de la guerra civil, ya que en el conflicto bélico -ya los primeros días, el 24 de julio de 1936- le tocó recibir.
Tomando la ancha calle que parte justo de delante de la ermita, y que también luce el nombre de los santos mártires y patrones de L'Albi, encontramos una escultura moderna: un caracol de medidas destacadas. La obra la firma Josep M. Cunillera y Roure y nos da buena muestra de la consideración que tienen por estas tierras de este animal, seguramente más como comida que como bicho de compañía...
Los varones
La bajada que hace la calle nos lleva de cabeza al pla del Pou, una gran explanada donde confluyen varios viales, entre ellos la calle Mayor. Nosotros, sin embargo, tomaremos ahora uno que todavía es más ancho, el camino de Cervià, ya que queremos ir a ver la iglesia de Santa María. En el camino dejaremos atrás unos lavaderos y, tras subir unas escaleras, ya estamos en frente de la fachada neoclásica de la parroquia. El templo se alza sobre uno anterior, del siglo XII. Lo que podemos ver hoy se inauguró el 11 de noviembre de 1751 y, del exterior, lo más destacable es el campanario redondeado, de 34 metros de altura. En el interior, desgraciadamente, igual que la ermita, la guerra civil también hizo acto de presencia, y muchas de las obras que habitaban, como un exquisito altar mayor del escultor Feliu de Sayar o un antiguo órgano que ya se encontraba en el edificio precedente, acabaron convertidos en cenizas. Así, lo más interesante que queda hoy en la parroquia renacentista de Santa María es la cripta, bajo el presbiterio, donde en 1751 recibieron sepultura los barones de Albi. Los varones eran los que habitaban el castillo y tuvieron una gran importancia en el territorio a lo largo de diferentes etapas y momentos históricos. Dicen que el 28º varón, Pere Alcàntara de Rocabruna, quemó el castillo en el transcurso de las guerras carlistas, ya que prefería verlo incendiado que en manos de los liberales. Desde entonces -esto era el siglo XIX- el castillo quedó abandonado. Lo acabaremos de hablar cuando llegamos a él. De momento, seguimos descubriendo las calles de la villa.
Los tractores
La calle de Vilanova nos lleva a la plaza. Antes, cerca del Ayuntamiento, en una plazoleta, encontramos una escultura y unas fuentes dedicadas a la vejez. Ahora sí, entramos en la plaza porticada, con porches ojivales. No busquéis ni terrazas de bares ni gran ambiente. Más bien algún tractor tranquilo aparcado bajo las bóvedas y que nos recuerda, en el mismo centro de la ciudad, que esta es una localidad que vive de la agricultura, básicamente de los olivos pero también de los almendros. La plaza es cuadrada si bien un poco irregular y su aspecto no debe diferir mucho de lo que ya presentaba el siglo XVIII, con casas de piedra picada, vigas de madera y balcones de hierro. Ciertamente hay poco ambiente, pero se nota el peso de la Historia y nos atreveríamos a decir de la importancia que tenía El Albi siglos atrás, cuando los varones lo miraban todo desde lo alto del castillo y la villa había llegado a tener cerca de 2.000 habitantes (actualmente no llega a los 900).
Desde una de las esquinas de la plaza, tomamos la calle de la Trilla y llegamos al portal de Vinaixa. Del portal queda un pequeño fragmento del arco. Seguimos por la calle que lleva el mismo nombre y ya empezamos a subir al castillo, una subida apacible y que enseguida nos depara buenas vistas de la ciudad.
Ya estamos en el castillo, sometido a profundas restauraciones los últimos años, y que debe convertirse en uno de los centros neurálgicos y culturales de L'Albi. Así, el aspecto que presenta hoy es una mezcla de paredes, digamos, en estado ruinoso, con muros completamente nuevos. Pero no por ello deja de tener su atractivo. Las excavaciones con motivo de las obras han descubierto restos de la época de los íberos. Y si a esto le sumamos que, tal como se tiene constancia, a lo largo de la ocupación romana aquí hubo un oppidum o fortaleza desde la que vigilaban la Vía Augusta, se puede afirmar que El Albi, y en especial el cerro donde se asienta el castillo, ha sido habitado casi ininterrumpidamente durante siglos y siglos. El castillo que conocemos llegó hacia 1178, una vez reconquistadas estas tierras, y primero fue un castillo románico y más adelante gótico (las modas mandan!). Después, más que castillo, se convirtió en palacio renacentista, donde, como se ha dicho, habitaron los varones del Albi a lo largo de generaciones. Hasta que se trasladaron al castillo de Montsonís, en La Noguera.
La Cooperativa
Nosotros no vamos ahora a Montsonís, pero sí es hora de bajar del castillo porque aún nos quedan cosas interesantes por conocer en L'Albi. Una vez hemos bajado, tomamos de nuevo la calle de Vinaixa, pero ahora a la izquierda, y en pocos metros tendremos delante una magnífica fachada de una bodega modernista. No tiene la grandilocuencia de las llamadas Catedrales del vino que podemos visitar en Pinell de Brai, Gandesa o Nulles, pero la Cooperativa del Campo de L'Albi es una muy buena muestra del saber hacer del arquitecto Cèsar Martinell. Data de 1919 y además en la tienda podréis probar y comprar el excelente aceite de oliva virgen que se elabora.
Para volver allí donde hemos empezado, se recomienda pasar ahora por la calle Mayor, con arcos similares a los de la plaza, y sobre todo entrar a la calle del Call. Fue importante la presencia de judíos en L'Albi desde finales del siglo XII, y hoy nos queda como muestra esta céntrica calle muy bien conservada y a la que se accede pasando por debajo de un arco gótico del siglo XIV.
Finalmente, y tal como mencionábamos al principio, os ampliamos la información sobre las pinturas rupestres que hay en el Valle de la Coma. Para visitarlas, se debe solicitar al Ayuntamiento (teléfono: 973 17 50 04). Se llega a ellas saliendo de la villa y tomando el camino de Les Borges Blanques; hay indicadores que os guiarán. Las pinturas se encuentran en una cueva pequeña, y "la obra" la integran diez elementos con predominio del color rojo, posiblemente realizada con una rama desilachada con su extremo ablandado. Dicen los entendidos que su importancia radica en que los motivos representados suponen innovaciones tipológicas respecto de otras pinturas de aquellos tiempos. Sea como sea, sin duda una buena manera de acabar de descubrir L'Albi, una ciudad que, como veis, nos ha permitido viajar a través de los tiempos, desde las muestras de arte más antiguas que conocemos hasta el modernismo de Martinell, pasando por las fortalezas medievales, los barrios judíos y las iglesias barrocas.
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